En resumidas cuentas: cada vez que alguien compra una camiseta, al fabricante le quedan 17 euros, al vendedor en torno a 30 y al club en torno a cinco, con la salvedad de que los equipos, además, firman contratos millonarios con los fabricantes por vestirles. Una pastelería que desprende elegancia sin tiempo, desde sus mostradores originales, sus vitrinas, sus espejos, su lámpara central, su barra y mesas de mármol y su inefable suelo blanco y negro.